Un
hijo de mentira en el vientre. Los fantasmas que se aislaron en desamor quieren
esconderse en mis huecos. No lo permito. Lo permito. Esta cosa, esta casa no es
estar loca. La locura es la bella pérdida de la consciencia, pero yo, animalito
perverso, sufro por hacerme sufrir de enfermedades bestiales. Lo terrible como
un bebé construido, engendrándose y aturdiendo. El silencio no duele porque no
existe. Aturde el silencio. Aturde el hijo amoroso, amado, que hay que cuidar
como un amor sin leche que se va nublando, pero embellece este partirse mal
conjugado. Temer, pero amar y partirse. Todo mal en este intervalo de vida –
muerte que se traspone al cuerpo inútil. Un hijo de mentira. Un hijito
fantasma. Un fantasmita. Buuu. Susto. La carne haciendo casas para guardar un
nosotros con palabras inferiores. Una nada que aprendió a llorarme las manos
cuando rezar no fue ni siquiera tanto.
*
La
pausa padece preludios de tormentas, padece vientres destrozados al vacío.
Noelia, me voy a escapar de la cárcel feroz y sólo van a encontrar las
traducciones de Bukowski en la celda. No habrá fuga en la superficie del
pánico. No habrá saqueos en las paredes por donde sumergir la carne
desencantada.
No
sabrán por dónde el desquicio, hasta que me encuentren en tu habitación olor a
mar accidentado. Tendré las manos poseídas en látigo y cargaré al hijo de los
versos canonizados hacia la cruz mascada de vigilia. Voy a clavarlo con
ensañamiento en la madera que perturba el bosque. Le atravesaré molinos en las
muñecas y los pies para que el delirio de tus dedos le gotee rojo por el cuerpo
azotado en la demora. Y cuando implore el desvarío voy a estremecerle la sed
con hiel de tus tetas.
Trinará
la piel cuando lo corone con el filo erecto de escarbarse la pérdida. Entonces,
vendrá el peregrinaje de cuervos por la belleza trémula, y como por sentencia,
al tercer día el poema brotará emancipado de distancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario