Carta para Noelia





Emil Schildt



Noelia, mi muñeca de Alejandra, me comí la luna la noche que oí de nuevo a Valencia diciendo que el amor es una ausencia que no se resiste a otra. Ay, la hija del poema, tan niña, tan sabia en la tempestad real de la ternura. Ahora el universo me llora los órganos y tengo el sabor de pétalos hurgando barro fresco. Habrá que encontrar otra fórmula en donde el fuego done su maravilla ante el residuo. Veo el peregrinaje hermorrágico de las horas, sí, las veo y en ellas escucho violines en alarido por todo abismo que me trasluce. El corazón que le otorgué a Mi Adorada cuando el azul cielo, ahora es mi madera destinada a desafinar. Tengo que dejar de identificarme en la belleza con mis partes espectros, porque ya te lo dije, cuando asisto la mirada en la refracción, viene el viento que se sabe manipulador furioso y el dolor me apuñala un animal prematuro hasta el oxigeno troceado. Te leí en Octubre, tus poemas me hicieron una emergencia de lluvia. Hermana, te acaricio y te beso habitual finalizar tus mundos en la boca del lobo estremecido, donde el eco de tu luz escribe.
Yo,
tu padre en otra vida,
cuando nos pertenecían las manos en flor.


Lucía Santillán

Carta para Lucía





 
Roberto Liang



Querida Lucía: lo único atroz es el rayito de olvido que te veo suplicar. 
Yo sé que tu corazón ya no es un corazón sino una cosita repleta de mundo vaciado. Octubre es hipócrita igual que septiembre y no quedan siquiera esas plegarias. Tuvimos la tristeza entre las manos y la hicimos alzar en comunión a los ángeles (esas palabras zorras que son nuestro equipaje).
Hermana, amiga, pequeño delirio de coágulos sobrevivientes, tan degollada por tus diamantes de niña buena. Tan violinista mía,  girasol de roble interminable, comete la luna para que las noches sean sabor universo.
Habrá que embarazarse de jamases y guerras. 
Habrá que ponerse el sol de colgajo en el culo para arrastrarlo como un vestido de novia y que el asfalto se llene la boca de tu luz. 
Los días están pasando. ¿Los ves? Y al lado nuestro esas luciérnagas se mecen, también, con el furor de los fantasmas. 
Y crujen las ramas de un árbol cualquiera en ese vientito de tus suspiros.
Lucía, corazón verde agua, te quiero mágicamente. Llorá siempre, pero mientras sonreí como niñita. 


 Noelia Palma

Cadáver exquisito




 
S/D del autor de la fotografía


Dos mujeres en el baño. Una en el acto más precioso que existe sobre la tierra: mirar con amor a la mujer que caga. Afuera las espera un hombre para desclavarlas de todos los animales que se consumen cuando las botellas hacen la madrugada


Noelia: Jajajajaja

Jesús: Qué hilarante el abismo, Noelia, ya bebiste tu reflejo y ahora la carcajada te crece en flores. Abejas te perforan y ¡se fuga la luz!

Noelia: Hay que incendiar a los sobrevivientes del amor, o ponerlos en la avenida y pisarlos con el auto. Traer una motosierra y descoserles la vida de un tirón.
Yo, la mujer de las botellas vacías declaro: ella me vio mientras cagaba      

Lucía: Que me deshilvanen el grito, pero no dejes que me caiga una avenida atroz en los ojos, quiero seguir contemplando la belleza que te huye. Vení Jesús, mirá vos también cómo se ahogan los versos de la muñeca de Alejandra

Noelia: Yo me bajaba los calzones de puro cadáver fuerte hacia fuera. Se me salían soretitos como lunas menguantes, cositas así, huesos fríos. Y ella con sus ojitos en sangre, detrás de su jaula era un padre preso en su nostalgia.
Me abrazaba y me quería coger como si yo fuera Virginia Wolf.

Jesús: Y si eran lunas ¿habrás comido al lobo? y si eran huesos ¿dónde la vida si ahora el cadáver? Oh la mierda, cielo, desde arriba nos llueve el orín del dios y el óvulo muerto de su reina flota como un sol que festejamos. Noelia, ¡viva la mosca!, Lucía, ¡viva la mosca que se posa sobre la mierda y la delicia!

Noelia: En realidad comí lengua a la vinagreta. Por eso me río. Porque ella ama las formas que van creando las muecas de dos piernas abiertas sobre el inodoro. Es muy romántica, ¿sabías?  

Jesús: Sabía. Le vi el sexo empapado en vino y tierra y lombriz. No sabía. Le vi los ojos, los lunares, las nalgas, los corazones y el sol. Nos vi en un baño público, haciendo la fila porque la muerte tarda en su inodoro. (Hace el gesto de olfatear mientras sacude una mano) Adiós hermanas, aquí huele a muerto, alguien se ha olvidado de cerrar la puerta. (Se retira. Sus pantalones están mojados por la entrepierna y espesos por detrás. Se va riendo)

Lucía: Sí, te vi montada al destrozo como el padre que se quedó en la otra vida, al lado del espejo para bendecirte las manos. Te vi cagando y me estremecí en el delirio del perfume. Tu orificio lleno de alaridos escribía la ternura furiosa del color, como cuando los pájaros se cruzan en un atardecer y la fatalidad del ardor no es más que la condena de una belleza tibia. Yo sé, vos te comiste a Bukowski mientras la espera se hacía tinieblas. No sé Jesús dónde la vida si ahora el cadáver, voy a cerrar la puerta, y me quedo adentro, porque yo sólo se amar así.


Lucía Santillán, Noelia Palma, Jesús Borda