Carta para Noelia





Emil Schildt



Noelia, mi muñeca de Alejandra, me comí la luna la noche que oí de nuevo a Valencia diciendo que el amor es una ausencia que no se resiste a otra. Ay, la hija del poema, tan niña, tan sabia en la tempestad real de la ternura. Ahora el universo me llora los órganos y tengo el sabor de pétalos hurgando barro fresco. Habrá que encontrar otra fórmula en donde el fuego done su maravilla ante el residuo. Veo el peregrinaje hermorrágico de las horas, sí, las veo y en ellas escucho violines en alarido por todo abismo que me trasluce. El corazón que le otorgué a Mi Adorada cuando el azul cielo, ahora es mi madera destinada a desafinar. Tengo que dejar de identificarme en la belleza con mis partes espectros, porque ya te lo dije, cuando asisto la mirada en la refracción, viene el viento que se sabe manipulador furioso y el dolor me apuñala un animal prematuro hasta el oxigeno troceado. Te leí en Octubre, tus poemas me hicieron una emergencia de lluvia. Hermana, te acaricio y te beso habitual finalizar tus mundos en la boca del lobo estremecido, donde el eco de tu luz escribe.
Yo,
tu padre en otra vida,
cuando nos pertenecían las manos en flor.


Lucía Santillán

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